30 diciembre 2009
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Escribiendo el título para la entrada me he dado cuenta que realmente tendría que haberla escrito hace mucho... claro, y haber leído también el libro antes.
Es la novela en la que está basada la película de Blade Runner. Es uno mis films de Sci-Fi preferidos, y aunque la correlación entre la novela y el cine va más allá de la idea de un cazador de androides, esto no le quita lustre a ninguna de las dos versiones.
De la película ya hablaré en algún revisionado. Pero la novela fue una sorpresa agradable, que después de un comienzo lento, me impresionó por unas cuantas sacudidas morales y criticas sociales. Sobre todo teniendo en cuenta la época y el contexto del autor. Justo coincidiendo con los albores del movimiento hippie en la costa oeste americana, P.K. Dick le propina un meneo considerable, veladamente, a los valores de la clase media.
Siempre, por su puesto, a mi humilde forma de ver desde la distancia. Pero no creo que haya que ser sociólogo atisbar direcciones en sus metáforas. El mercedurismo es una forma de alcanzar la unidad, de sentirse parte de algo, de estar en comunidad con el prójimo, que se descubre como una especie de mecanismo de control y apaciguado de masas, que bien podría estar parodiando cualquier tipo de religión mesíanica.
La forma de control del ánimo mediante un aparato irradiador de ondas electromagnéticas, aunque mediante una máquina, podría ser una referencia al comienzo dela popularización de drogas para el control de enfermedades leves y estados de depresión como el diazepan, llevandolo hasta el límite de la ridiculización.
Todo el contexto de la extinción de animales, y su rol como marcador de estatus social, por su escasez, es una crítica a la forma en que tenemos de pretender, ostentar y buscar reconocimiento social a través de posiciones materiales, y como se autogeneran normas sociales para preservar este ostentación y a su vez se desarrollan formas para falsear estas normas, es decir, para aparentar.
Todo esto dentro de un mundo post apocalíptico, un temor mucho más presente y ostensible en la época del autor (aunque quizás igual de probable que en la actualidad), que genera un mundo que degenera en vida orgánica, tanto húmana como animal, en el que el planeta es una ruina y un lugar al que aferrarse, bien por fuerza y limitaciones impuestas, o por otro tipo de condiciones personales, a costa siempre de salud, esperanza de vida y de no poder perpetuarse mediante la reproducción.
Pero para mí, el tema que en realidad estira de todo el hilo argumental, es el presentar la empatía como el marcador húmano, como la diferenciación entre otros tipos de vida y el hombre tal y como lo conocemos. Recientemente hemos visto videos de chimpances entristeciendose empáticamente ante una hembra que había fallecido y supongo que habrá (en el presente o en el fúturo) que lo extiendan al resto de primates más desarrollados, o incluso de alguna otra especie con una inteligencia suficientemente desarrollada, como pudiera ser alguna clase de cetáceo.
En el argumento presenta al cazador de androides, y al camino de como empatiza con sus propias presas, para luego ignorar este sentimiento. Dejando mucho para interpretar, mucho acerca de la humanidad de cada personaje, de si la humanidad está en preocuparse, en querer preocuparse o en una conciencia etérea de la existencia y el respeto de otros seres.
Es una novela ligera, en cuanto a argumento, en cuanto a duración, pero si se lee desde un punto de vista más metafísico, plantea algunas dudas, algunas críticas... algunas perspectivas desde las que nos podemos ver a nosotros mismos, y una vez alienados, sentir lo ridículo y arbitrario de algunos comportamientos.
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